El rinoceronte gris ya es historia. Desapareció de la Tierra, como el mamut, el tigre diente de sable y otras miles de especies. En su caso, víctima del mercado negro de cuernos. Los cazadores son impiadosos. Cada vez que se difunde una noticia como esta las luces de alarma brillan con un poco más de fuerza y se sacuden algunas conciencias. La fauna está tan amenazada en Tucumán como en África.
Hubo un tiempo en el que tapires y jaguares se movían a sus anchas por la provincia, al igual que el tatú carreta y el aguará guazú. La modificación del ambiente natural y la caza -entre otros factores- los sacaron del mapa de nuestra biodiversidad. En el caso del tapir, la UNT está desarrollando un programa de cría en semicautiverio en San Javier. Habrá que ver si se adaptan una vez que gocen de plena libertad. Pablo Jayat, doctor en Ciencias Biológicas, explica que los cambios en el hábitat son letales para los animales. Pone como ejemplo a los carnívoros, que necesitan muchas proteínas y territorios grandes para encontrar las presas. Los desmontes y la extensión del área de cultivo colocan a esas especies entre la espada y la pared. Jayat advierte que el pedemonte (la zona comprendida entre 300 y 600 metros de altura) ya no existe en Tucumán, y subraya que si de biodiversidad se habla, la provincia está relativamente bien en el contexto nacional, pero peor que el resto del NOA.
En Salta y en Jujuy queda ese pedemonte que aquí colonizó la agricultura. Son los dominios del tatú carreta, y por eso no lo vemos más en Tucumán.
Quienes visitaron el zoológico porteño tal vez tuvieron la oportunidad de observar al aguará guazú, un lobito rojo que supo merodear los bañados del río Salí. Quedan muy pocos en el país. Lo propio ocurre con el jaguar o yaguareté, conocido en Tucumán como uturunco. Subsiste a duras penas en Chaco y en Formosa, pero su futuro es crítico.
Jayat apunta que aquí también vivían coatíes y algún tipo de comadreja. Osos hormigueros quedan muy pocos. Los rastros están consignados en crónicas de viajeros, en colecciones y en la tradición oral. Claro que en el último caso las fuentes deben analizarse a fondo porque se prestan a confusiones o abrevan en mitos. ¿Quién no escuchó sobre el ucumar (significa oso en aymara y en quichua)? Más allá de las historias, la ciencia no comprobó que el oso andino haya habitado en Tucumán.
El caso de las aves es distinto, sostiene la ornitóloga Ada Echevarría. No se extinguen cuando cambia el medio ambiente, simplemente se van. La tala de árboles y el sobrepastoreo conspiran contra las nidificación, al igual que las modificaciones en las zonas de los embalses artificiales.
Echevarría y su equipo estudian cómo repercutió en las aves la considerable disminución de la cantidad de agua en La Angostura. Analizan también las corrientes migratorias, por ejemplo las que vienen de Canadá y Estados Unidos, directo a El Cadillal, Escaba o El Frontal, en Las Termas de Río Hondo. En todos los casos miden los bioindicadores. "Cuando una especie se va y no vuelve se determina que algo está pasando en ese ambiente", explica.
No todas las miradas son pesimistas. Si de camélidos se trata, se advierte una recuperación en la población de guanacos en la alta montaña. O el caso de los tucanes, que habían desaparecido de Tucumán y -al parecer- están nidificando en la zona de San Pedro de Colalao.
"El cuidado de la fauna le corresponde al Estado -enfatiza Jayat-. La transformación del ambiente se debe a intereses económicos y en ese caso al ciudadano le quedan pocos elementos para participar. Propulsar la creación de áreas protegidas y apoyar a las ONGs ambientalistas es un camino para involucrarse. Pero la protección de la biodiversidad es cosa de los Gobiernos. Hay esfuerzos en ese sentido, como la Ley de Bosques. Se necesita que los empresarios la respeten para que sea realmente efectiva".
La amenaza para las plantas es el cambio climático
"No hay que confundir extinción biológica con extinción comercial", apunta el doctor Alfredo Grau, profesor de Biología Vegetal, y pone como ejemplo al cedro y al roble del país. Que casi no se consigan esas maderas para hacer muebles -salvo que lleguen importadas de Bolivia- no implica la desaparición de los árboles. "El cedro no se va extinguir. Donde no está es en el mercado", añade.
Las plantas conforman la base de la pirámide de la vida y producen su propio alimento. La extinción de una especie depende de cambios drásticos, como la destrucción de un ecosistema, y eso no está ocurriendo en Tucumán. Al contrario; estudios realizados por expertos de la UNT demuestran fenómenos como la refosteración en algunos cerros.
El aliso del cerro (Alnus acuminata), por caso, llegó a aparecer en alguna lista roja de especies amenazadas, pero la realidad es que hay bosques de alisos expandiéndose en la provincia. ¿La razón? En gran parte, la migración de la población de esas zonas. Llevándose el ganado, por supuesto.
El factor que más preocupa es el calentamiento global, asociado con la sequía. Dos ejemplos son ilustrativos. ¿Qué pasará con esa especie de geranio silvestre (Geranium planum) que sólo se encuentra a 4.500 metros de altura si la temperatura -como se espera- asciende un par de grados?
¿Podrá sobrevivir ese extraño pariente acuático de los helechos (Isoëtes escondidensis) si se seca la Laguna Escondida (sólo allí se lo encuentra)? Por el momento todo se ubica en el terreno de las conjeturas, pero hay estudios que sirven para abrir el paraguas.
Tucumán es la cabeza de puente en la Argentina del ambicioso proyecto Gloria (Global Observation Research Initiative in Alpine Environments). Una red de investigadores analiza en todo el mundo las modificaciones que va produciendo el cambio climático. La zona elegida está en las cumbres calchaquíes y el monitoreo se efectúa cada cinco años.
También se experimenta instalando alrededor de las plantas un sistema de invernadero de techo abierto. Así la temperatura no sube tanto y se puede ir midiendo la reacción de esas especies.
"Tengo la percepción de que no se han extinguido muchas especies en la región, y no conozco datos ciertos de ninguna -sostiene Grau-. Sin embargo, cabe aclarar que es más fácil demostrar la existencia de alguna especie que su inexistencia".
Claro que hay sospechas de algunas desapariciones. Por ejemplo, todo indica que a comienzos del siglo XX la orquídea Galeandra graminoides era común al lado de las vías del ferrocarril en Estación Aráoz (departamente Cruz Alta). Fue coleccionada en reiterada oportunidades por botánicos tucumanos, pero no hay colecciones recientes. La especie existe en otras provincias (Salta, Formosa) y en Brasil. Su desaparición de Tucumán sería una extinción local.
La mirada general en lo que respecta al futuro de la flora tucumana no es pesimista, pero sí se advierte la necesidad de mantenerse alerta.